jueves, 6 de noviembre de 2025

Democracia, diálogo y razón compartida: una defensa ética

En medio de la aceleración tecnológica, la polarización política y la exaltación de las emociones como brújula social, la democracia enfrenta una amenaza real y profunda: la erosión de la racionalidad compartida, uno de sus sustentos esenciales.   Comencemos por advertir que la legitimidad democrática no puede reducirse a la regla de la mayoría, sino que debe sostenerse en una cultura del diálogo, donde la razón sea el terreno común que permite la diferencia sin violencia. Esta concepción de la democracia no es solo política: es ética porque exige reconocer al otro como interlocutor válido, como sujeto de derechos, como portador de sentido. Porque la democracia no es la hegemonía de las mayorías, sino que la opinión de estas prevalece en convivencia, reconocimiento y respeto a las minorías. 

La democracia, entendida éticamente, no es solo un sistema de votación, sino una forma de vida que exige conversación, escucha y responsabilidad. Cuando el diálogo se sustituye por pulsiones emocionales —el miedo, la indignación, la inseguridad—, se abre paso a formas autoritarias que, aunque revestidas de legalidad, sacrifican las libertades en nombre de la eficacia o el orden. La política, entonces, se convierte en espectáculo, y la ciudadanía en audiencia. La ética democrática, en cambio, reclama deliberación, respeto a la pluralidad y apertura al disenso.  En contraposición, vemos diversas expresiones del populismo como el culto a las emociones: una manipulación constante de ellas que constituye una forma de regresión cívica.  A la par, las redes sociales, lejos de ampliar el espacio público, lo colonizan con maledicencia y popularidad instantánea, generando una perversión de la política.

Uno de los fenómenos más corrosivos es el sesgo de confirmación: la tendencia humana a buscar, interpretar y compartir información que refuerza nuestras creencias previas, ignorando o descartando todo aquello que las contradiga. Así se configuran matrices de opinión con una alta carga emocional y escasa racionalidad.  Este sesgo no solo reafirma la tendencia populista del liderazgo que se orienta por las tendencias en la opinión pública, sino que convierte el diálogo en eco, y el debate en trinchera. En lugar de abrirnos al otro, nos encerramos en burbujas de certeza emocional, donde la razón se diluye y la deliberación se vuelve imposible. En este contexto, la racionalidad y el debate constructivo no son un lujo académico, sino una urgencia ética.

En sus reflexiones recientemente publicadas, Humanidades (2025), Carlos Peña, sociólogo y filósofo chileno, concluye que la filosofía, literatura, historia y las artes en general, son el antídoto contra esta deriva. No porque ofrezcan respuestas técnicas, sino porque enseñan a preguntar por el sentido, a distinguir lo visible de lo invisible, a reconocer que detrás de cada hecho hay una trama de significados que orienta la vida humana. Sin ellas, la política se vuelve cálculo, y la democracia, una fachada.

La inteligencia artificial, por poderosa que sea, no puede reemplazar la intencionalidad humana. Puede simular respuestas, pero no vivir la experiencia de conferirle sentido a la existencia. En este punto, hay que recordar la condición excepcional del ser humano, que somos insustituibles: no por nuestra capacidad de procesar datos, sino por nuestra vocación de comprender, de dialogar, de construir juntos un mundo común.

La ética democrática exige más que procedimientos: requiere una ciudadanía capaz de pensar, de escuchar, de resistir el fanatismo. En medio de la crisis global que vivimos, reafirmar el valor del diálogo racional es un acto cívico de profundo contenido ético y político.  Porque la democracia no se defiende solo en las urnas, sino en cada conversación que se niega a convertir al otro en enemigo, en cada palabra que abre espacio a la convivencia, a la razón por encima de la emoción, a la verdad y no al odio, a la civilización más que a la barbarie. Dialogar no es pecado, es la virtud del demócrata.


lunes, 20 de octubre de 2025

Diplomacia en marcha, mezquindad al acecho.

Recientemente un periodista insidioso, con mala intención señaló que "Tomás Guanipa y Stalin González visitaron Bogotá para reunirse con la Embajada de Estados Unidos. Trascendió que también adelantaron gestiones para buscar un encuentro con el presidente Gustavo Petro".  Con el mismo sesgo perverso, como si fuera algo malo, agregó que "empezará una gira de reuniones políticas por distintos países de Europa. Extraoficialmente trascendió que la agenda incluye Madrid, Bruselas, Berlín, Paris, Lisboa y Países Bajos".  Para cualquier demócrata, esa es una buena noticia, sin dudas. 

Es positiva cualquier gestión que se realice en el ámbito internacional para procurar una negociación que permita una salida democrática y evite la escalada del conflicto, con consecuencias impredecibles para la población venezolana. Pero los sectores extremistas de oposición que apuestan a una guerra –muchos desde sus aposentos en Europa y EEUU- prefieren criticar estás iniciativas y descalificar a quienes las promueven.  

Estos sectores resentidos y sectarios, intentan descalificar ese esfuerzo diciendo que "el motivo del recorrido será explicar la visión del grupo de partidos y dirigentes" que representan.  No es cierto, pero si así fuera ¿cuál es el problema? ¿Acaso en el campo opositor no hay distintas visiones sobre la ruta para lograr el cambio político, al que todos aspiramos?  En democracia, cada quien tiene derecho a expresar su punto de vista, de manera que ésta crítica mal sana solo evidencia la vocación autoritaria de quien la emite y la aspiración de imponer un nuevo "pensamiento único", frente al cual no se admite el disenso y más bien, se cuestiona y se castiga con la agresión y el insulto. Solo como reflexión: ¿quiénes así imitan al chavismo, pueden ser una genuina expresión de cambio?

Con la intención de descalificar se presenta este esfuerzo diplomático como una iniciativa de quienes "se separaron de la Plataforma Unitaria", una gigantesca mentira pues fue un sector opositor quien se arrogó la facultad de “expulsar” a quienes insistían en que se respetara el acuerdo unitario que optó por la ruta electoral e hizo posible una gran victoria el 28J. Con su intolerancia, esos grupos demostraron su incapacidad para construir consensos y unir a la oposición democrática. 

No vamos a explicar por qué esa oposición decidió romper el consenso e imponer un retorno a la fracasada ruta de la abstención, proponiendo a la inmensa mayoría que se expresó el 28J que su mejor opción era "quedarse en casa".  Sin embargo, si podemos preguntarnos ¿Por qué les molesta tanto que se intente abrir el camino a una eventual negociación, en un momento de elevada presión política internacional? Algo que ha hecho antes -y busca ahora- el propio presidente Trump. ¿Por qué no lo insultan también?  

Es lamentable que la oposición en la "clandestinidad" y esa que está instalada en Europa o EEUU, en vez de articular con los opositores que permanecen en Venezuela, intentan descalificarlos diciendo que se presentan como “la oposición que está en el terreno y tiene interlocución con el chavismo”, como si ello fuese mentira o algo cuestionable.  Al contrario, lo malo es que las negociaciones Trump-Maduro se den, sin mediación de la oposición democrática.  Ese espacio hay que construirlo con la participación de todos, entendiendo que los sectores más radicales han sostenido un discurso que les ha dado popularidad en la coyuntura, pero los ha autoexcluido de una eventual negociación. Lo insólito es que no se procure superar esa debilidad y, al contrario, por pura mezquindad se cuestione a quien intente hacerlo.

Un liderazgo responsable procuraría no aislarse, intentaría construir alianza con todos los sectores.  Construir los consensos necesarios para unificar a las fuerzas del cambio es algo que aspiran los venezolanos.  Nadie quiere un liderazgo que imponga su punto de vista, insulte a quien piense distinto y -utilizando un ejército de bots, contratando a periodistas e “influencers”- dedique sus energías a destruir moralmente al pensamiento crítico. Basta, ya de esa cabuya tenemos un rollo. 

Desafortunadamente, no se aprecia comprensión del momento que vivimos.  Así que es muy probable que la iniciativa diplomática antes citada, desate una ola de ataques e insultos contra Henrique Capriles y Tomás Guanipa, quienes se han convertido en una obsesión para el extremismo. El odio alcanzará al movimiento Unión y Cambio, así como a sus aliados.   El desespero y la mezquindad los ha llevado a atacar más a esa oposición irreverente y democrática, que al gobierno que dicen enfrentar. Quizás por eso estamos como estamos.... ¡Dios bendiga a Venezuela! 

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lunes, 6 de octubre de 2025

Cuando la esperanza se convierte en incertidumbre

En estos días, miles de familias venezolanas en Estados Unidos han recibido un golpe devastador. La Corte Suprema ha autorizado la revocación del Estatus de Protección Temporal (TPS), dejando en el limbo a más de 300.000 personas que, durante años, han vivido, trabajado y contribuido con honestidad y esfuerzo al país que les ofreció refugio.

No hablamos de cifras, sino de seres humanos, de rostros. De madres que limpian hospitales, de padres que construyen edificios, de jóvenes que estudian con la esperanza de devolverle algo a su comunidad. Hablamos de abuelos que trabajan en las noches y en el día, cuidan a los nietos, mientras sus hijos trabajan doble jornada. Hablamos de ciudadanos que han hecho de la decencia su bandera, y que hoy se enfrentan al abismo de la deportación, la separación familiar y el desamparo legal.

Elevamos la voz porque somos venezolanos, y sabemos lo que significa abrir los brazos. Venezuela ha sido tierra de oportunidades para millones de inmigrantes: portugueses, italianos, españoles, árabes, colombianos, chilenos, peruanos, chinos, y tantos más. Nuestra historia se ha tejido con solidaridad, y esa mezcla de culturas nos ha regalado una identidad rica, diversa y profundamente humana. Por eso, duele ver que hoy nuestros compatriotas reciban lo contrario.

La decisión judicial no solo suspende una protección migratoria. Suspende también la paz mental, la estabilidad emocional y el derecho básico a vivir sin miedo. Muchos de estos venezolanos huyeron de una crisis humanitaria, de persecuciones, del hambre y la desesperanza. En los Estados Unidos encontraron un respiro que hoy se convierte en angustia.

Alzamos la voz por ellos porque -en las circunstancias actuales- el deber de cualquier gobierno no es levantar muros o redactar leyes. Es ser solidario, reconocer el valor humano detrás de cada historia migrante. Es entender que la justicia no puede ser ciega al sufrimiento. Y debe ser un compromiso colectivo exigir que las decisiones políticas no ignoren el rostro de la dignidad.

A quienes hoy se sienten solos, les decimos: no lo están. Y a quienes tienen el poder de revertir esta injusticia, les pedimos que miren más allá del expediente, vean el corazón de cada familia que solo quiere vivir en paz, trabajar con honestidad y aportar a una sociedad que también sienten suya.

La revocatoria del TPS carece de sustento legal, es una decisión política –no jurídica- trascendente, por eso tiene implicaciones de orden colectivo y humanitario. Así, vale recordar que la historia juzga implacablemente no solo lo que decidimos, sino cómo lo hacemos y cuáles son sus consecuencias. En definitiva, este es un momento en que la humanidad debe trascender a la política. ¡Dios bendiga a Venezuela!

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martes, 23 de septiembre de 2025

La verdadera burla

En medio de una crisis profunda, no luce sensato que el país centre su atención en la supuesta burla del presidente Trump hacia una señora obesa con fusil, presentada como parte de la milicia popular. A primera vista, el gesto parece indignante, y el gobierno lo ha aprovechado para alimentar su narrativa. Pero el foco no debe estar en Trump, sino en quienes exponen al escarnio público a ciudadanos humildes, muchos de ellos adultos mayores, adolescentes o mujeres, que participan en estos espectáculos por necesidad.

La burla no radica en la edad ni en la condición física de los participantes, sino en la pretensión de que un ejército improvisado pueda enfrentar a la mayor potencia militar del mundo. Es una falta de seriedad, una irresponsabilidad política y un trato injusto al pueblo venezolano. Lo que debe cuestionarse no es el sarcasmo ajeno, sino el uso manipulador de la necesidad como recurso propagandístico.

El país democrático debe exigir respeto por la ciudadanía, especialmente por los más vulnerables. No se puede jugar con la dignidad de quienes merecen protección, no exposición. El gobierno debe ofrecer una respuesta mesurada ante las tensiones internacionales, evitando riesgos para la población civil y dejando atrás la fantasía del “pueblo en armas”.

En este contexto, algunos voceros oficialistas han intentado insuflar la narrativa de Vietnam como espejo histórico. Pero la comparación no resiste el menor análisis. La resistencia vietnamita fue el resultado de una poderosa convergencia entre historia, ideología y cultura. Tras décadas de dominación extranjera, el pueblo vietnamita asumió el conflicto como una prolongación de su lucha por la independencia. La narrativa comunista de Ho Chi Minh ofrecía una causa legítima: justicia social, liberación nacional y resistencia al imperialismo. Su liderazgo era creíble, legitimado por años de lucha y por una visión compartida de país.

Además, Vietnam contaba con el respaldo decidido de potencias como China y la Unión Soviética, que aportaron recursos, armamento y apoyo diplomático. La guerra se libró en condiciones muy distintas: sin la tecnología militar actual, Estados Unidos se vio obligado a combatir cuerpo a cuerpo, en un terreno que no comprendía, frente a una guerrilla que conocía cada rincón de su geografía y contaba con el apoyo de las comunidades rurales.

En Venezuela, por el contrario, no hay cohesión social y el liderazgo atraviesa una severa crisis de legitimidad. Además, el pueblo está desmoralizado, hastiado y empobrecido, observando con silenciosa indignación la obscena opulencia de la élite “revolucionaria” La supuesta milicia popular no responde a una causa compartida, sino a incentivos materiales: bonos, bolsas de comida y otras prebendas. No hay convicción, ni memoria histórica movilizadora, ni respaldo internacional real. La diferencia es abismal.

En fin, lo relevante es entender que la verdadera burla no está en el gesto de un presidente extranjero, sino en el uso político de la pobreza, en la exposición de los más débiles como escudo simbólico de una élite obsesionada por el poder. Y eso, más que indignación, debe motivar a una reflexión colectiva.  


lunes, 26 de mayo de 2025

25M: Una primera reflexión

“La derrota tiene una dignidad que la victoria no conoce”. Jorge Luis Borges

Me siento tranquilo de conciencia al haber hecho lo correcto e insistir en enfrentar al gobierno en el terreno electoral y en el momento más oscuro de la democracia venezolana. Aun logrando nuestra aspiración personal, lo que realmente angustia y desvela es el rumbo de un país que quiere cambio, pero vive ilusionado con un liderazgo vendedor de fantasías. La realidad inocultable es otra, signada por una crisis pavorosa que tiende a agudizarse y un gobierno nefasto que se mantiene en el poder, siendo una minoría reducida y repudiada.  Llegando a extremos inimaginables: gracias a la abstención, municipios como Chacao, Lechería o Los Salías los ganó el PSUV con muy pocos votos, los mismos que antes sacaban.  Si se sigue por ese camino y tendrán a alcaldes rojo-rojitos, algo realmente insólito.

Si se impone la abstención como “política”, en la REFORMA CONSTITUCIONAL terminaremos entregándoles el país. Con muy pocos votos nos arrebatarán las pocas libertades que -con dificultad- aún ejercemos, sepultarán nuestros derechos constitucionales y le darán legalidad a este régimen ilegítimo y oprobioso.

Todo esto preocupa y es muy lamentable pero que además una parte de la oposición celebre los resultados del 25M como si algo ganaron, es realmente patético.  Celebran porque el país opositor, les compró la absurda idea de que la forma de enfrentar al régimen era "no hacer nada", dejar de participar y que lo mejor era "quedarse en casa" o irse a la playa. ¡Que gran victoria! 

La dirigencia política que propuso "quedarse en casa", perdió una oportunidad histórica y jugó al fracaso del resto del liderazgo democrático, como si se tratara del fracaso de un enemigo. Es muy grave que un importante sector de la oposición no tenga visión estratégica y le cueste entender que el adversario real está en Miraflores.  Por cierto, celebrando también, aunque por razones distintas.

No es momento de profundizar las diferencias, pero sí de reflexionar.  Insisto, es evidente que una parte de la oposición jugó a la derrota de la otra, de esa que decidió mantenerse exactamente en la misma ruta que unitariamente se habían acordado las fuerzas del cambio y que condujo a la victoria de Edmundo González.  Entonces, vale preguntarse ¿Quién fractura la unidad? ¿Los que perseveran en la ruta exitosa del 28J o quienes, de forma inconsulta, sin promover un acuerdo, decidieron regresar -otra vez- a la fracasada ruta de la abstención? Ese retroceso fue una victoria de Maduro y su gobierno, no una derrota de quienes decidimos dar la cara y enfrentarlo. Mientras el país se hunde en una honda crisis y avanza hacia el abismo, convertir la lucha por el cambio en una disputa por el liderazgo opositor, es poco más que una estupidez. 

Son reflexiones duras pero necesarias para recomponer la unidad de las fuerzas del cambio.  A menos que se pretenda seguir celebrando las victorias del régimen.  Yo apuesto a que prive la sensatez y la madurez política, que se logre a la brevedad posible un acuerdo político para enfrentar las pretensiones hegemónicas de esa reducida minoría enquistada en el poder y responsable de la ruina del país y del sufrimiento de un pueblo que se niega a rendirse, a pesar de las victorias pírricas que algunos celebran. Por cierto, nunca más apropiada la referencia al rey Pirros y sus batallas contra el ejército romano. ¡Dios bendiga a Venezuela!

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miércoles, 23 de abril de 2025

Carta a los Justicieros

El fracaso de la mal llamada revolución es estruendoso: no hay un área donde pueda mostrar resultados, salvo en materia de corrupción o si hablamos de la destrucción del país. Además de ese doloroso saldo, podría decirse que el gobierno también ha tenido un relativo éxito al inocular el odio y la intolerancia en algunos espacios de la sociedad venezolana.  

Un penoso ejemplo es lo que ha pasado en Primero Justicia y aunque en medio de la descomunal crisis del país, a pocos realmente le importa, debemos advertir que lo sucedido es una muy mala señal.  Y no tanto por lo que signifique para los involucrados, sino por lo lesivo que puede ser para la causa democrática.  Como decía Mahatma Gandhi: "la intolerancia misma es una forma de violencia y un obstáculo al crecimiento del verdadero espíritu democrático".

Como se sabe, se "expulsó" a un nutrido grupo de dirigentes por decidirse a participar, asumiendo que por esa ruta se han alcanzado los más importantes triunfos opositores en estos 25 años y al contrario, la abstención -propuesta del grupo inquisidor- ha conducido a la nada, cuando no al retroceso.  Estamos frente a dos visiones distintas de la política, lo cual no debería ser un delito, salvó para quienes tengan una frágil contextura democrática. 

Por otra parte, es casi ridículo "expulsar" -insisto en las comillas- a alguien de un partido que hace ya tiempo nos fue arrebatado por el TSJ de Maduro y entregado a uno de sus aliados.  Además, es inmoral que una cúpula radicada en el exterior sancione a quienes decidimos quedarnos en Venezuela y enfrentar al régimen en el único terreno donde la lucha por la democracia ha logrado éxitos ostensibles: en el campo electoral.  Siendo la más reciente prueba -no la única- la monumental victoria opositora del 28J. 

Luego del fraude electoral, el gobierno está mucho más débil y si todos unidos saliéramos a votar otra vez, la paliza sería peor.  Habría que enfrentar nuevamente las acciones fraudulentas, claro.  Pero se ganaría la Asamblea Nacional y quizás ese sería el escenario para juramentar a Edmundo González.  Ahora, asumiendo que ese no era el plan ¿Cuál es entonces? ¿Nos abstenemos y prendemos una vela a ver? La incertidumbre es el signo de esa política. 

Continuando con el tema, resulta insólito justificar estás "expulsiones" apelando a la disciplina partidista, la cual es importante pero siempre tendrá los límites que establecen la conciencia y las leyes.  Nadie puede expulsar de un partido a un militante por ejercer un Derecho Constitucional, en este caso: Elegir y ser elegido.  La Constitución de la República estará siempre privando sobre los estatutos o reglamentos del partido.  Me pregunto ¿Cómo una oposición que actúa así, puede defender y exigir respeto a nuestra Carta Magna? O peor ¿Cuál es su concepto de democracia? Sin dudas, hay motivos para encender las alarmas. 

A partir de lo antes expuesto, es secundario que las "expulsiones" se producen violando el Derecho a la Defensa y al Debido Proceso, incluso se saltaron a la torera al Tribunal Disciplinario, que según los Estatutos es el órgano competente para instruir el expediente.  O sea, nada que envidiar a las tropelías de Nicolás Maduro, quien al menos monta un parapeto con su TSJ para simular institucionalidad. 

Pero no solo en este aspecto imitan al chavismo, sino que mienten, insultan y pretenden destruir moralmente a quienes piensan distinto.  Llegando al extremo de afirmar que quienes decidan participar estarían haciendo el juego y legitimando al régimen. ¿Acaso fue así cuando todos participamos el 28J, aún en las mismas condiciones electorales adversas de hoy? Claramente es una burda manipulación para justificar su decisión de abstenerse y dejar libre el camino al régimen, lo cual paradójicamente se aproxima más a los intereses del gobierno.  

Aún así, no diré que quien se abstenga le estará haciendo el juego al régimen, pues sería caer en el mismo terreno del irrespeto a la opinión contraria.   La democracia es para ejercerla, en todo momento, por eso prefiero la confrontación de ideas y argumentar con seriedad.  La actitud intolerante e insultante de la cúpula inquisidora solo degrada el debate, los iguala con aquello que queremos cambiar y suele evidenciar la carencia de argumentos o el miedo a la derrota.  Aquel que aspire a un país donde se respete a quien piense distinto, tendrá que demostrarlo en su accionar político. ¿Qué podemos esperar de una oposición que imita al régimen en su desprecio por la disidencia y la descalificación del contrario? 

Las "expulsiones", los insultos y la pretensión de meter a todo el que decida participar en el mismo saco de los Alacranes, como se conoce a la falsa oposición, es una acción muy baja que los nivela con la cúpula del régimen.  La oposición que pretende "darle con el mazo" a sus compañeros de lucha, se descalifica a sí misma.   Este proceder dificulta enormemente el reencuentro y la posibilidad de reconstruir la unidad que las circunstancias exigen y el país reclama.  Es una muestra de inmadurez política y refuerza la idea de que el liderazgo político no está en capacidad de enfrentar los desafíos por venir.  

Esa oposición intolerante y agresiva, ha servido de mal ejemplo para minúsculos -aunque ruidosos- segmentos radicalizados del país que imitan su conducta en las redes sociales, generando un clima de hostilidad y cierta frustración.  ¿Realmente es ese el liderazgo que va a sacar al país de esta calamidad? ¿Es efectivamente capaz de construir consensos y unir al país? Evidentemente no...

El tiempo actuará a favor de los perseguidos y "expulsados".  El debate mesurado y constructivo es la vía, en esa contraposición de ideas siempre prevalecerá la razón y la sensatez, pues "la intolerancia ha matado a mucha gente, pero nunca ha convencido a nadie", como decía Napoleón Hill. 

Desbordadas las angustias en la cúpula abstencionista, ésta actúa contra la mayoría de líderes regionales que constituyen el capital político esencial del partido, incluyendo a quien fue dos veces candidato presidencial del partido y por tanto un valioso activo; además de Tomás Guanipa, cuyo desempeño lo coloca como un líder fundamental de la organización; también se excluye a muchos otros que merecen mención pero no hay espacio.   

Por si fuera poco, terminan excluyendo a mi buen amigo, el Economista José Guerra, otro baluarte de la organización, quien ni siquiera es candidato.  Con descaro, el cogollo que reside fuera del país, decide "expulsarlo" por dizque abandono del cargo.  ¡Algo francamente insólito!

Naturalmente, la razzia alcanzó a este humilde servidor, quien aceptó ser candidato a la Asamblea Nacional.  Precisamente si algo me ayudó a tomar la decisión definitiva de asumir la postulación, fue ver la virulencia, lo despiadado e irresponsable de los ataques; tanta desmesura me llevó a preguntarme ¿A dónde vamos a llegar? ¿Qué le espera al país bajo una conducción de la oposición que imita en su conducta al régimen que aspiramos cambiar? 

La conclusión es que el desmantelamiento de la otrora vigorosa PJ, es el menor de los problemas. Nuestra preocupación es el país, esa es la razón de nuestras luchas.  Y que el gobierno haya dinamitado la ruta electoral el 28J es tan grave, como que una parte de la oposición pretenda ahora sepultarla.  ¿O acaso hay otra forma de defender el voto, distinta a ejercerlo? ¿Cómo recuperar el valor del voto como instrumento de cambio desde la abstención?  Maxime si más del 80% rechaza al gobierno, en cuyo caso esa ruta es un disparate. 

Asumimos la tarea de reconstruir la ruta electoral en esta hora difícil, oscura para la democracia venezolana, enfrentando -al mismo tiempo- tanto al autoritarismo del régimen y sus alacranes, como al de sectores radicalizados del mundo opositor.  Pagando el costo político de hablar con la verdad, en vez de evadir los riesgos y seguir la corriente. Eso nos diferencia de quienes prefieren la tranquilidad del no-hacer, cruzar los brazos y buscar excusas para dejar un país sin opción e intentar liquidar políticamente a quienes se empeñan en lo contrario. 

En fin, me resulta imposible confiar en un liderazgo que decide expulsar a todo el que piense distinto e intenta desesperadamente una suerte de "Solución Final", término utilizado por los nazis para referirse a su plan de exterminio sistemático. 

En contraste con este panorama desolador, debo decir que hay razones para sentirnos optimistas: hay un liderazgo que -inspirado en valores y principios- ha decidido asumir su responsabilidad y ofrecer una alternativa a la inmensa mayoría del país que no se rinde y reafirma su compromiso con el cambio.  

¡Dios bendiga a Venezuela!

jueves, 6 de marzo de 2025

¿Participar o abstenerse? Parte II

En nuestra anterior entrega, se intentó poner el foco en las dificultades que caracterizan al entorno electoral hoy y constituyen una seria restricción a la participación. El objetivo no era promover la abstención como una opción, sino evidenciar los obstáculos y advertir sobre la necesidad de acciones previas que cambiaran el contexto y le dieran viabilidad a la propuesta de participar.

Evidentemente, después de lo que pasó el 28J, es justificable y comprensible que el país -en principio- se muestre contrario a participar. Era previsible el resultado de proponer esa opción "sin anestesia", es decir, sin las acciones previas antes mencionadas. En efecto, la equivocada puesta en escena de la propuesta participacionista, la intolerancia de sectores abstencionistas y la incapacidad de diálogo, de lado y lado, no ha logrado motivar a las mayorías y solo ha conducido a un penoso espectáculo de descalificaciones, con la consecuente fractura de la oposición, lo cual debe tener al régimen frotándose las manos.

Tenemos un gobierno en condiciones deplorables, sin respaldo popular ni internacional, sin posibilidad de superar la crisis y con inmensos conflictos internos. Pero, desafortunadamente, también tenemos en el campo opositor a un liderazgo nacional incapaz de demostrar la madurez política que requiere el momento y, por encima de sus diferencias, construir una opción unitaria para el país. Esta es una desgracia que abordaremos después. Ahora enfoquémonos en salir del falso dilema de participar vs. abstenerse.

El verdadero debate es qué hacer para cambiar las circunstancias y generar el clima político que pueda dar sentido y eficacia a la propuesta participacionista. O en caso contrario, que conduzca unitariamente a una opción alternativa, incluso a la abstención, pero como parte de un proceso y no como una reacción primaria. Si no se hace un esfuerzo por abatir la comprensible e inmensa abstención que se prevé para las próximas "elecciones", la participación no serviría ni siquiera como "una oportunidad para organizar y movilizar a la sociedad", tal como se ha argumentado. Los centros de votación desolados ese día no solo serán una derrota del gobierno, sino también para el país democrático, incluidos aquellos que insisten en la participación sin anestesia.

El verdadero desafío para la oposición es qué hacer para recuperar la ruta electoral, dinamitada el 28J, y evitar que una cadena de sucesivos fraudes termine por sepultar lo que queda de ella y despojar definitivamente de valor al voto como instrumento de cambio. Evitar ese escenario es el debate sustancial. El esfuerzo debe centrarse en dotar a ambas propuestas de un planteamiento estratégico trascendente, porque en las circunstancias actuales, abstenerse o participar puede conducir exactamente al mismo resultado, y ninguna de las opciones trasciende a la coyuntura. Nadie, ni de un lado ni del otro, ha dado una respuesta política coherente y precisa a la pregunta: ¿Y al día siguiente de las elecciones qué hacemos? Ciertamente, la abstención deja libre el terreno, facilita el avance del gobierno y conduce a la nada. Al día siguiente, ¿cuál es el saldo? ¿Cuál es el próximo paso?

El escenario no es más alentador para quienes promueven la participación desde una posición principista y sin cambiar el contexto actual, sin una estrategia que trascienda al momento electoral. Al participar, sabemos que el saldo será negativo, no solo por las dificultades para ganar que impone la realidad, sino por la muy probable, más bien obvia, posibilidad de un nuevo fraude electoral, cuyo costo político para el gobierno es casi cero, luego de la cuota que canceló el 28J. A partir de esa fecha, nadie duda que el gobierno sea capaz de robarse las próximas elecciones. ¿Eso debe conducir necesariamente a la abstención? La respuesta es NO, claro. Pero sí debe conducirnos a asumir que recuperar la ruta electoral exige una operación política previa y que la antesala al evento electoral tendría que abrirle viabilidad política a la participación. Esta no puede ser percibida como un acto inútil o, peor aún, como un evento que contribuya a inhumar la victoria opositora del 28J o “pasar la página”. Desafortunadamente, nada se hizo para evitar esa percepción.

Además, tenemos la experiencia de lo difícil que ha sido manejar el post electoral, pese a que una amplia mayoría del país se siente victoriosa con la candidatura de Edmundo González Urrutia. Aun así, la imposibilidad de "cobrar", la incertidumbre y la vocación represiva del gobierno mantienen desmovilizado al país democrático. Por eso, para los promotores de la participación hoy, tampoco es sencillo responder a la pregunta: ¿Qué hacer al día siguiente? No debe ser una respuesta explícita, pues las estrategias no se divulgan, pero tiene que percibirse un planteamiento estratégico. No se trata de conocer el camino, pero sí de tener claro el norte.

No es nada nuevo que luego de un evento electoral, la organización construida tienda a diluirse y el país entre en su cotidianidad, la gente se desmoviliza políticamente para ocuparse del día a día. Entonces, pareciera que -frente al autoritarismo- la ruta electoral es necesaria, pero no suficiente. Y para dar continuidad a la movilización, resulta obvio que ese "día a día" que ocupa al ciudadano común debe estar también en la agenda de lucha del liderazgo que promueve un cambio político.

Ahora que el panorama electoral se muestra oscuro, se ve con más claridad lo que algunos tenemos años planteando: es imprescindible darle contenido social a la lucha política. Y que el evento electoral no sea solo para conquistar o preservar espacios, sino la expresión de un proyecto de país. Que el objetivo no sea solo derrotar a quienes ejercen el poder, sino hacer realidad un sueño colectivo, inspirado en un amplio consenso nacional. Es decir, no basta con derrotar a la incompetente, fracasada y muy corrupta "revolución bolivariana", sino que el país debe tener un horizonte que sea capaz de motivarlo y movilizarlo, más allá de la coyuntura electoral: la fuerza inspiradora “al día siguiente”. Ahora, ¿el liderazgo nacional está trabajando en la construcción de ese gran acuerdo nacional? ¡No! Al contrario, pensando en ese objetivo, ¿en qué contribuye ese debate irrespetuoso, a veces cruento y hasta estúpido, entre participar y abstenerse? ¿Cómo ayuda a promover una visión mucho más amplia, solidaria y trascendente de la política venezolana? Un liderazgo responsable debe reflexionar sobre estos asuntos y actuar en consecuencia.

Con el apoyo de la sociedad civil, de factores internacionales y del mundo político, quizás sea momento de convocar a un gran acuerdo que pueda sacar al país de la eterna incertidumbre y darle solidez a la frágil Unidad Democrática, que logre trascender a cada coyuntura, dotar de contenido a la lucha por un cambio e inspirar a la nación en torno a un proyecto nacional amplio, participativo e incluyente. Eso sugiere repensar la política en tiempos de autoritarismo e innovar en las formas del activismo. Es claro que seguir haciendo lo mismo jamás conducirá a un resultado distinto. ¡Dios bendiga a Venezuela!

Twitter/X: @richcasanova


lunes, 3 de febrero de 2025

¿Participar o abstenerse?

La convocatoria a "elecciones" regionales y parlamentarias ha desatado una justificada controversia en torno a participar o abstenerse, la cual no puede abordarse a partir de consideraciones dogmáticas.  Es decir, una u otra pueden ser una opción válida dependiendo de las circunstancias, ninguna es buena o mala por sí misma. Ser participacionista o abstencionistas, no es una condición congénita e irreversible.

El principal argumento a favor de la participación lo aportan quienes dicen que el triunfo opositor en las elecciones del 28J –pese a las condiciones adversas- demostró que la fuerza de la unidad es capaz de vencer todos los obstáculos y por eso no debemos abandonar la ruta electoral. En conclusión: la oposición ganaría otra vez por paliza. El argumento luce impecable a primera vista, pero al arribar a esa equivocada conclusión se obvia no solo la experiencia del 28J, sino algunas consideraciones determinantes.   Por ejemplo, si la oposición quisiera lanzar a María Corina Machado o a Henrique Capriles -para nombrar solo dos de los líderes opositores- no podría hacerlo porque están inhabitados. ¿Que esa fue una limitación que logró superarse para las elecciones del 28J? Cierto, pero ahora al gobierno no le basta con las inhabilitaciones y ha impuesto como condición que los candidatos deben reconocer los resultados emitidos por el CNE que proclamó a Nicolás Maduro como presidente electo, algo que no han hecho ni siquiera cercanos aliados del gobierno como Brasil, Colombia y España, entre otros que han sumado su voz al concierto internacional que exige la presentación de las actas, auditorías confiables y cumplir todos los pasos que exige la legislación electoral venezolana para acreditar al ganador de los comicios. 

Para una amplia mayoría del país y de la comunidad internacional, tal reconocimiento a Maduro -en la situación actual- es a su vez el desconocimiento de la voluntad del pueblo venezolano expresada aquel 28J en las urnas electorales y eventualmente una amenaza a la soberanía nacional, considerando que -según la CRBV- ésta reside en el pueblo. Por supuesto, las "elecciones" convocadas son simplemente un trapo rojo para desviar la atención del foco principal del problema: preservar nuestra soberanía como pueblo y defender nuestra voluntad, en estricto apego a lo establecido en nuestra Carta Magna. 

En el supuesto negado de que pueda obviarse semejante escollo, recordemos entonces que los partidos políticos han sido judicializados, incluso a la oposición le han secuestrado recientemente la tarjeta de la MUD, que era la única que quedaba en el campo democrático.  Así las cosas, si Primero Justicia quisiera lanzar –por ejemplo- a su presidente, María Beatriz Martínez o a Tomás Guanipa, uno de sus líderes fundamentales, no tendría tarjeta para postularlo.  Si la oposición quisiera lanzar a Ramos Allup, a Pérez Vivas o a Andrés Velásquez, sucedería lo mismo.  Incluso, si se quisiera lanzar a alguien de incuestionable prestigio como Ramón Guillermo Aveledo o como el Padre Ugalde -si su condición religiosa lo permitiera- no habría forma de hacerlo, salvo que le pidan la tarjeta a Bernabé Gutiérrez, a Antonio Ecarri o a cualquiera de los que gozan de la benevolencia de Miraflores y se han prestado para hacerles comparsa.  ¡Y esa no existe! 

Más grave aún, si la oposición quisiera lanzar al Alcalde de Maracaibo Rafael Ramírez Colina, Enrique Márquez, Freddy Superlano, William Dávila, Rocío San Miguel o Biaggio Pilieri, tampoco podría hacerlo porque están tras las rejas, en una condición mucho más dolorosa que la enfrentada por los centenares de dirigentes que están en un exilio forzoso y que tampoco podrían ser candidatos.  Obvio, es una vana ilusión pensar en seleccionar a candidatos realmente opositores y "escogerlos entre los más inteligentes, capaces y trabajadores", como algunos proponen.  Eso no es posible, los candidatos serán única y exclusivamente los que el gobierno permita.  A la verdadera oposición no le será admitida su postulación y ni siquiera tiene tarjeta para hacerlo.  Entonces, más allá de los argumentos principistas y de las posibilidades de un fraude, la hipótesis de que la oposición puede ganar esas elecciones es falsa, por la sencilla razón de que no podrá participar.  ¡Punto! No le busquemos 5 patas al gato. A pesar de lo antes expuesto, analicemos otros argumentos utilizados para justificar la participación en este evento.  

Para manipular la situación algunos han planteado un falso dilema: participamos o no hacemos nada. Al respecto, en su reciente artículo mi buen amigo -el economista José Guerra- ha hecho una valiosa distinción entre la abstención activa y pasiva.  Nadie ha sugerido cruzarse de brazos como una opción.   

En esa misma línea, otros sugieren que las elecciones son una oportunidad para organizar y movilizar a la sociedad en defensa de sus aspiraciones democráticas. ¿Acaso es la única opción para lograr ese objetivo?  En vez de embestir a ese trapo rojo y dilapidar esfuerzos y recursos en unas "elecciones" que no tienen por finalidad elegir, ni impulsar cambios ¿Por qué no destinamos la imbatible fuerza de la unidad para exigir salarios justos para los trabajadores? ¿Por qué no organizar y movilizar a la sociedad para exigir la liberación de los presos políticos?  ¿Por qué no escuchar más bien el clamor de un país que clama por servicios públicos eficientes y de calidad? ¿Por qué no colocar el tímpano en el corazón de un pueblo que sufre ingentes calamidades, en vez de escuchar la írrita convocatoria de un gobierno desesperado por "pasar la página"?  Es claro que la disyuntiva no está entre votar y no hacer nada. 

Desafortunadamente ninguno de los que izan la bandera de la participación hoy, ha planteado organizar y movilizar al país -no para exigir respeto a los resultados del 28J, sería mucho pedir- sino para promover un cambio del CNE que haga factible y creíble unas futuras elecciones. El actual organismo electoral no tiene autoridad moral para convocar, mucho menos conducir ningún proceso en Venezuela y si el gobierno quisiera rectificar su rumbo, un cambio en el CNE es lo menos que podría concertar con la verdadera oposición.  No hay razón para creer que ahora si se cumplirán los extremos de la ley y con transparencia se anunciarán los resultados electorales.  De hecho, una nueva condición para ser candidato es aceptar los resultados que se anuncien, sin verificación alguna. 

Otro estimado amigo sugiere que “hay que votar porque alimentar la división sería un grave error".  Surge entonces la pregunta ¿Quién alimenta la división: los que proponen enfocarse en la defensa de la voluntad de los venezolanos expresada del 28J o quienes se animan a participar en una parodia electoral que pretende sepultarla?  En esas elecciones participarán solo el PSUV y sus aliados: veremos a los mismos que no se inscribieron en las primarias, igual presentaron sus candidaturas para el 28J y las sostuvieron con el ánimo de dividir a las fuerzas del cambio. Por fortuna, ninguno de ellos superó el 1%, es decir son moral y estadísticamente despreciables.  Así que su participación ahora en ese templete electoral no significa absolutamente nada para el país y carecen de fuerza para dividir a la oposición, eso es solo un anhelo frustrado del gobierno.

Tampoco la abstención puede verse como respuesta a la represión.  Lamento que éste mismo amigo usara la popular frase "¿Quién dijo miedo?" para titular su artículo de opinión, sugiriendo que participar sería un acto de valentía, ergo serían cobardes quienes no asuman el "reto". Esto es una manipulación inaceptable que desconoce el inmenso coraje que ha demostrado el liderazgo democrático y el pueblo venezolano en los últimos tiempos.  Mi respeto para ese país -que en medio de la adversidad- se mantiene en pie de lucha.  

Finalmente, para quienes pretenden arrogarse la representación del pueblo y en nombre de él, convocar a votar, les sugiero que esperen las encuestas, aunque podemos inferir que la inmensa mayoría de la población no está dispuesta a participar en una farsa electoral cuya finalidad es precisamente acallar la voz de las mayorías y dejar sin efecto los resultados del 28J.

Es momento de definiciones, de reafirmar y ampliar la unidad.  También es propicia la ocasión para desmarcarse de salidas fantasiosas e insistir en crear condiciones para promover una transición democrática. Nadie puede renunciar al diálogo y a la negociación: hasta en medio de las más cruentas guerras, es necesario abrir ventanas para alcanzar la paz.  La acción política interna y la presión internacional deben enfocarse en propiciar espacios para restablecer la institucionalidad democrática y construir una salida pacífica a la crisis, la cual tiene una clara tendencia a agudizarse. 

En algunas esferas del poder saben que la situación es insostenible.  Ojalá que el gobierno asuma que la idea de "normalizar" al país no es posible, que intentar "pasar la página" es un esfuerzo inútil.  Durante un cuarto de siglo han utilizado todos los recursos para fracturar la voluntad democrática y doblegar el espíritu de lucha del pueblo venezolano, nunca no ha sido posible y nada indica que ahora lo lograrán, justo cuando es ostensible la fragilidad de su piso político.  ¡Dios bendiga a Venezuela!

Twitter/X: @richcasanova



lunes, 2 de diciembre de 2024

A propósito del Foro Cívico: ¿Radicales Vs Moderados?

En los regímenes autoritarios suele politizarse al extremo la sociedad y a veces, el difícil arte de la política -oficio noble nunca bien ponderado- queda más en manos de "influecers", opinadores aficionados y "manager de tribuna", que tienen una tendencia a la demagogia: a expresar lo que la gente quiere oír, con una buena dosis de inmediatismo y sin percatarse de que suelen caer en las bien tejidas estrategias del régimen que procuran dividir a las fuerzas democráticas.

En un país acosado constantemente, es fácil dividir a las fuerzas democráticas entre radicales y moderados, donde los primeros son los héroes del cuento: su retórica implacable y valiente -usualmente desde el exterior- los presenta como los genuinos defensores de la justicia y la democracia, arrojando un manto de dudas sobre todo aquel que no haga de la estridencia -y a veces del insulto- su básica forma de comunicación.  Son ellos y solo ellos, quienes defienden la verdad del 28J, se solidarizan con los presos políticos y con las víctimas de la represión. A estas alturas, ya el lector ha entendido que "el moderado" es el villano de la película. Según la narrativa de "los duros del teclado", estos opositores tienen tendencia apaciguadora, su forma de entender el momento supuestamente deshumaniza a la política y le facilita la acción represiva al régimen. Y así por el estilo, toda una construcción verbal que desacredita a este segmento de la oposición.  

En la política real no es bueno ni malo, asumir una u otra postura.  Hay momentos en que radicalizar nuestra postura es lo conveniente y otros en que la moderación es lo procedente.  Ninguna de ellas debe ser una actitud permanente como sugiere la retórica extremista. El eterno radical termina en minúsculos reductos y el eterno moderado termina mimetizado al poder.  En ambos casos, inútiles a los fines del cambio político.  

Lo inteligente es administrar nuestras posturas en función del momento, el clima político, los temas y los roles que corresponda ejercer, todo ello siempre será una consideración estratégica, es decir estará asociada al diseño de un plan y al contexto cultural, social y especialmente ético.  Así las cosas, la complejidad del asunto trasciende la ligereza con que se maneja cotidianamente. 

El tema de los roles es esencial: desde que posición asumo una y otra postura.  La represión brutal a que ha sido sometida la sociedad venezolana, no ha logrado doblegar su espíritu democrático, no ha podido paralizar a las fuerzas del cambio, pero hay que admitir que ha sembrado temores y conducido a líderes sociales, activistas ciudadanos, dirigentes de partido y militantes de la causa, a tomar precauciones.  A asumir una actitud moderada que le permita preservar su libertad para continuar la lucha.   Desde esta perspectiva, los moderados no son una casta despreciable sino un voluminoso ejército de venezolanos que continúan corriendo riesgos en un frente cotidiano de batalla, tal como se ha convertido la sobrevivencia en Venezuela.  

Por supuesto, desde la comodidad de un teclado y con la seguridad que le brinda vivir fuera del país, es muy fácil ser un duro radical frente a la injustificable e inocultable violación de derechos fundamentales que sufrimos en Venezuela. Eso es muy fácil pero también es irresponsable y desleal con miles de activistas y millones de venezolanos que -en medio de grandes calamidades- encuentran formas de continuar en la lucha, aprovechando las escasas rendijas de libertad.  

No estoy en contra de los radicales pues sus posturas son útiles para elevar la presión. Además, comprendo perfectamente su motivación. Estoy en contra de los excesos que sugieren que solo hay una forma de lucha y que conducen a descalificar cualquier otra expresión, con la arrogancia de quien se cree dueño de la verdad. La reflexión del momento debe dar respuesta a la pregunta del título: ¿Radicales Vs Moderados?  ¿A dónde nos conduce está pelea?  El radicalismo si está investido con la prepotencia y el sectarismo que suele acompañarle, conduce a desconocer la pluralidad democrática y la consecuente multiplicidad de visiones que pueden coexistir en medio de tantas penurias, injusticias y abusos de poder, todo lo cual debería ser el sustrato de una verdadera unidad de las fuerzas del cambio.  

En su estrategia divisionista, el gobierno ha mantenido la idea de "las oposiciones".  Algo que no es cierto: aquí hay una sola oposición, que es plural y diversa es otro asunto.  Pero desde sus distintas ópticas, cada quien trabaja para enfrentar a un gobierno y sus aliados -llamados Alacranes- que ha conducido al país a la más pavorosa crisis política, económica, social y moral de nuestra historia.  ¿Cuál es la contribución real que aporta esa división que pretende imponerse desde el campo radical?  ¡Ninguna! Todo lo contrario, puede ser tremendamente lesiva.  

El más penoso ejemplo de lo que puede suceder en una sociedad crispada y presionada por los extremos es ese ataque desproporcionada e infundado en contra del Foro Cívico.  Sin presentar una sola evidencia, han dicho que desde esa instancia se pretende legitimar al régimen de Maduro, desestimar los resultados del 28J, no reconocer a Edmundo González como presidente electo, "normalizar" la situación e incluso concurrir a unas supuestas elecciones a convocarse este año. En definitiva, una sarta de calumnias que nada tienen que ver con la realidad.  Al contrario, hay evidencia de que nada de eso está en la agenda del Foro Cívico.   

Para solo referirnos a uno de los temas esenciales: si el Foro Cívico reconoce a Edmundo González como presidente electo, destacados voceros han sido explícitos: “Tenemos evidencia de las actas que todo el mundo conoce y las vimos el domingo, no hay duda.... todo esto -lo que hacen-  va dirigido a proteger y promover los derechos políticos de los venezolanos que han sido violados”.  Y agregan “El Foro Cívico tuvo acceso al monitoreo de diversas organizaciones de la elección, y el país entero sabe lo que ocurrió en la elección. La proclamación de un candidato sin haberse cumplido los extremos de ley que exige la publicación mesa por mesa de los resultados no se ha cumplido. Eso ha generado esta divergencia entre la verdad y la realidad”.

Así, todas las demás atrocidades que han inventado para descalificar al Foro Cívico se pueden desmontar de la misma manera, es decir con hechos e información verificable, constatable, proveniente de fuentes identificadas y confiables.  Surge entonces la pregunta ¿Cuál es el objetivo de agredir y lesionar la reputación de gente honorable, como muchos de los cientos de ciudadanos, personalidades del mundo académico, líderes sociales y ONGs que se articulan en ese espacio de encuentro para procurar condiciones e impulsar una transición democrática que nos conduzca a superar la tragedia que hoy vivimos en Venezuela? ¿Por qué destruir espacios de interlocución que propicien condiciones de negociación para una salida pacífica a la crisis? 

Sin obviar la violación de DDHH, sin dejar de ser solidarios con las víctimas y sin abandonar la denuncia como mecanismo legítimo para evidenciar la realidad, ni desmeritar la protesta como herramienta de lucha ciudadana, el Foro Cívico no solo se ha enfocado en generar un espacio de interlocución sino en la construcción colectiva -junto a centenares de activistas sociales de las 24 entidades del país- de una Agenda Social y de Derechos que sirva como base de  negociación y hoja de ruta, pues no basta con hablar del cambio sino hay que darle direccionalidad para que éste se traduzca efectivamente en más democracia y mejores condiciones de vida para todos los venezolanos.  

Preferimos obviar las intenciones de quienes han hilado está calumniosa agresión contra el Foro Cívico y han cerrado las puertas a la tolerancia y el respeto que todos merecen en una sociedad democrática.  Difamar a partir de mentiras, chismes o información de fuentes no verificables, es exactamente lo mismo que hace Diosdado Cabello con sus "patriotas cooperantes" desde el canal del Estado. ¿Por qué entonces quienes promueven un cambio van a imitar está conducta, está vez protegidos por un pretendido puritanismo opositor? Esto nada tiene que ver con la cultura democrática que debe privar en el mundo opositor. 

En definitiva, puede usted no estar de acuerdo con la línea que se impulsa desde el Foro Cívico y tiene derecho a expresar sus diferencias, tanto como los miembros de este espacio de la sociedad civil tenemos derecho a opinar libremente sobre la trágica realidad del país y a actuar de la mejor manera que se considere para superarla. Lo lamentable es que nos vemos forzados a ejercer ese derecho, venciendo la intolerancia de quienes ejercen el poder en Venezuela y al mismo tiempo, a la intransigencia de sectores igualmente radicalizados en el mundo opositor, que actúan con similar prepotencia, haciendo un daño terrible a la UNIDAD que debe inspirar a quienes luchamos por un cambio político pacífico y democrático. ¡Dios bendiga a Venezuela!

Twitter/X: @richcasanova


viernes, 19 de julio de 2024

El debate en el chavismo

Además de una sed insaciable de poder y control, todos los dictadores están marcados por el narcisismo, tienen una imagen inflada de sí mismos y una creencia desmedida de su importancia.  Suelen sentirse predestinados a cambiar el curso de la historia, la cual siempre tergiversan.  Adolf Hitler llegó a decir que "la historia no trata con los que casi lograron algo. La historia trata con aquellos que lo lograron", lógicamente se refería a sí mismo.   Incluso, el 22 de agosto de 1939 en su refugio de Berchtesgaden, cuando anunciaba la inminente invasión de Polonia, marcando el inicio de la Segunda Guerra Mundial, pronunció una frase que mostraba su obsesión de poder y el desprecio por lo racional: "lo que importa no es tener la razón, sino conseguir la victoria”. 

Está perversa obsesión ha derivado muchas veces en una tragedia para los pueblos, incluso para quienes acompañan a ese líder obcecado y delirante ¿Cuál fue el destino de los altos mandos del Tercer Reich? ¿A dónde terminaron? ¿Cómo fue su futuro político? 

Salvando las diferencias del caso, el tema aflora en mi memoria al escuchar a Nicolás Maduro advertir irresponsablemente que -si no resulta reelecto en los comicios del 28 de julio- el país podría enfrentar un “baño de sangre” y una “guerra civil fratricida”. ¡Tampoco le importa la razón! Un peligroso exceso cónsono con su anuncio de imponerse "por las buenas o por las malas".  Afortunadamente la política jamás ha sido una consecuencia de los deseos, sino de la realidad, el arte de lo posible, dicen. Y me atrevo a asegurar que no hay "condiciones objetivas" -usando un término que la izquierda entiende- para una aventura de ese tipo, no tendría respaldo del mundo civil, ni militar.  Pero me preguntó ¿Estás alucinaciones de poder tendrán respaldo del PSUV? ¿Cómo puede digerirse esto en medio de los evidentes conflictos internos en ese partido? 

Para la élite que hoy ejerce el poder, sería conveniente dar ese debate o al menos, hacer una reflexión en torno a su propio futuro. En efecto, estamos hablando de las insaciables apetencias políticas de un hombre que busca su tercer mandato consecutivo y que en estos días afirmó que su hipotética y poco probable victoria, sería determinante para las próximas 5 décadas, dizque "le dará a Venezuela 50 años de paz, estabilidad y crecimiento".  Habla de él, de su gesta patriótica.

Obviemos que durante este cuarto de siglo de "revolución", lejos de garantizar paz, estabilidad y crecimiento, el resultado es exactamente lo contrario.  Lo relevante es que Maduro -y solo él- se siente protagonista político de los próximos 50 años de la República y que el país estaría condenado a un baño de sangre en su ausencia.   Esta obsesión de poder y la desbordada egolatría nos hablan de una megalomanía digna del Führer.

Es claro que Nicolás Maduro piensa que una victoria suya sería devastadora para la democracia venezolana y le permitiría gobernar como Fidel Castro, hasta más no poder; momento en que cedió el testigo a su hermano Raúl.  En sus fantasías, se imagina dentro de 25 años entregando la banda presidencial a Nicolasito, rodeado por Jorge Rodríguez y su hermanita, por Diosdado, Héctor Rodríguez, Lacava y demás jerarcas del PSUV, todos en sillas de ruedas o con bastones, pero no de mando.  Ante semejante ambición, no creo que en esa imaginaria fotografía aparezca el General Padrino López, pero dejemos para otro día las especulaciones sobre el futuro de las Fuerzas Armadas en este vanidoso escenario madurista.  ¿Futuro? Ja!

Ojalá el ex alcalde de Bogotá y hoy presidente de Colombia, Gustavo Petro, pueda hablarles a sus camaradas venezolanos sobre las virtudes de la democracia.  Por cierto, en el pasado reciente, también en Venezuela los alcaldes y gobernadores de estado podían alcanzar la nominación de sus partidos como candidatos a la Presidencia de la República, vale mencionar a Salas Römer y Henrique Capriles, entre los casos más recientes.

En general, en nuestros tiempos de democracia, los líderes que llegaban a altas posiciones en el partido o a relevantes funciones públicas en el parlamento, tenían una clara oportunidad de ser candidatos a la Primera Magistratura. ¡Sobran los ejemplos!  Pero tal posibilidad es una utopía en Cuba, Nicaragua o en cualquier país donde el presidente aspire eternizarse en el poder. 

La renovación del poder sucede en todas las democracias del mundo.  Tal vez la actual presidente de México, Claudia Sheinbaum o Dilma Rousseff, la ex presidente de Brasil -ambas militantes de la izquierda- puedan hablarles de la perversión que resulta de la reelección indefinida.  Ninguna hubiera llegado al poder, si López Obrador y Lula Da Silva hubiesen tenido la misma pretensión de perpetuarse en el poder que hoy exhiben frenéticamente desde Miraflores. 

Más aún, el presidente Lula Da Silva -una de las voces que Maduro no quiere escuchar- les pudiera dictar cátedra sobre otra de las más preciadas cualidades de la democracia: la alternabilidad en el poder.  En fin, a la izquierda trasnochada que sostiene la caduca retórica del anti imperialismo y su lucha contra el capitalismo -en este mundo multipolar- le convendría voltear su mirada hacia Gabriel Boric, una de las figuras emergentes de la izquierda democrática en América Latina. 

Nadie espera un debate abierto, público y descarnado entre los factores de poder, pero seguramente estos temas son abordados en una mesa aquí y allá, en los pasillos y en tertulias no tan casuales.  A estas alturas, en el PSUV deben saber que las pretensiones hegemónicas son también "cuchillo para su garganta" y no solo una amenaza para la democracia venezolana, la paz global y la estabilidad política del hemisferio.  Por cierto, valdría la pena recordar la frase de Lloverá Páez a Marcos Pérez Jiménez en las horas aciagas de la dictadura: "Mejor vámonos, pescuezo no retoña".  En este caso, irse no es necesariamente huir, sino considerar opciones para una transición democrática y salvar su propio pescuezo. ¡Dios bendiga a Venezuela!

Twitter/ X: @RichCasanova


jueves, 4 de julio de 2024

¡Agarren al ladrón!

A nadie sorprende que el gobierno diga que va a ganar las elecciones. Es parte de la campaña electoral, ningún candidato dice que va a perder, todos -hasta el corre "detrás de la ambulancia", para decirlo en términos hípicos- tendrá una narrativa triunfadora. Pero lo insólito y absolutamente irresponsable, es la carga de violencia en la retórica oficialista, sus acciones represivas, su infinita capacidad de mentir y un cinismo sin parangón.

Cómo el célebre delincuente que intenta confundir y en medio del tumulto grita: "ahí va el ladrón, agarren al ladrón", ahora el candidato del gobierno y sus voceros andan con la cantaleta de que la oposición prepara un fraude.  Algo que nadie cree, pero justamente esa es la matriz de opinión que necesita construir quien realmente piensa en imponerse con un fraude, el cual –vista la realidad- tendría que ser descomunal y por tanto, insostenible, vale advertirlo. 

La idea de que la oposición pueda cometer un fraude no resiste el mínimo análisis.  ¿Quién puede cometer un fraude? ¿El gobierno que controla al CNE, al Poder Judicial y se ufana de controlar también a las cúpulas militares, o la oposición que no tiene acceso a esas instancias de poder?  ¿Quién es sospechoso de querer cometer un fraude: la oposición que ha exigido la más amplia observación internacional o el gobierno que se niega a ella? La respuesta es obvia.  En el plano internacional ¿Quién es el fraudulento: la oposición que ha hecho todo por mantener una mesa de negociación para procurar una elección medianamente transparente y competitiva? ¿O el gobierno que ha irrespetado el Acuerdo de Barbados en todas sus partes, incluyendo la misión de observación de la Unión Europea y demás condiciones que garanticen una campaña en condiciones de equidad?  Por mucho que grite, el país sabe quién es el ladrón. 

Está actitud no es nada nueva.  Los venezolanos hemos visto como descaradamente han saqueado el Erario Público, se han desaparecido miles de millones de dólares, mientras el país se ha empobrecido dramáticamente. Pero los responsables de este asalto a la nación, tienen el cinismo de calificar de corrupta a la oposición. ¡Insólito!  Lo mismo sucede con el virulento discurso del gobierno, quien se han convertido en el principal promotor de la violencia.  Se supone que tienen control de las fuerzas militares, policiales y en todas las instancias de poder, pero entonces ¿es una oposición "escuálida" y sin recursos la que podría generar actos de violencia? ¿Cómo lo haría? ¿Con el pueblo en las calles? En su desespero, terminan reconociendo que la mayoría respaldaría un cambio. En todo caso, es la oposición la más interesada en una transición pacífica. Pero el gobierno subestima a los venezolanos, cree que somos pendejos para comernos esos cuentos. 

Desde los tiempos de Chávez, ellos vienen hablando de una "revolución armada" y no es la oposición quien recientemente habló de ganar "por las buenas o por las malas". En fin, a confesión de partes, relevo de pruebas, dicen los abogados. Queda claro quienes tienen vocación para la violencia.  En su última patraña el tiro también les salió por la culata: ¿Tan débil está la "poderosa" revolución bolivariana que dos personas honorables, pero con escasa experiencia política y privados de libertad (asilados en la Embajada de Argentina), la pueden desestabilizar por WhatsApp? Ja! Disparan desesperados sus chapuzas y terminan dándose un tiro en el pie.  

Pero no solo la retórica los delata, también su ejecutoria. Amenazan, persiguen y apresan a dirigentes o activistas de la campaña. Arremeten contra el pueblo humilde como las empanaderas de Corozopando que atendieron a María Corina Machado, el canoero que facilita su modesto transporte, el trabajador que alquila un sonido, a los dueños de hoteles o a cualquier comerciante.  Pretenden sembrar terror y luego acusan de terrorista a la oposición. Será inútil, en Venezuela se ha perdido el miedo y paradójicamente, cada acción de este tipo se les revierte: solo estimula a votar contra un gobierno que usa el poder para amedrentar y atropellar.  Olvidaron la lección de Barinas, dónde una catarata de abusos del gobierno -durante la ilegal repetición de los comicios- se tradujo en una mayor votación en su contra y una victoria de la oposición mucho más amplia que la anterior.  Estás acciones cobardes dejan claro que -ante este panorama electoral- quienes pretenden meter miedo, tienen serios problemas para controlar sus esfínteres. 

¿Cuál es la realidad? El gobierno lee encuestas -igual que la oposición- y sabe que Nicolás Maduro tiene un inmenso rechazo y que la ventaja del candidato de la Plataforma Unitaria, Edmundo González Urrutia, es amplia y ostensible. Sabe también que está será una elección polarizada, dónde la manada de candidatos disfrazados de opositores y financiados por el régimen, los llamados "alacranes", no podrán dividir esta vez la votación de las fuerzas del cambio.  Y más allá de las encuestas, ésta es una realidad que se percibe a simple vista, a lo largo y ancho del país, en los barrios y caseríos, en el más recóndito rincón la gente grita "Edmundo pa' todo el mundo". 

Así las cosas, tenemos razones para ser muy optimistas, pero hay que alejarse del triunfalismo.  Lo antes relatado muestra la naturaleza truculenta del régimen, así que hay que ampliar cada día la ventaja, cada voto cuenta y todos ellos deben ser defendidos con firmeza, pero sin violencia. Defender la voluntad del pueblo y garantizar la paz es nuestra misión como ciudadanos.  El gobierno se equivoca, aquí nadie se confunde: no importa cuánto griten, todos sabemos quién es el ladrón.  ¡Dios bendiga a Venezuela! 

Twitter /X: @RichCasanova



martes, 4 de junio de 2024

Ética, política y elecciones presidenciales

Decía Nelson Mandela que "la política debe ser la expresión más alta del espíritu humano”. Lamentablemente, nuestra realidad actual dista mucho de este ideal. En su lugar, asistimos a una degradación progresiva donde la mentira y la descalificación se erigen como herramientas predilectas, corroyendo los cimientos de la sociedad y sembrando las semillas de la desconfianza y el resentimiento.

En esta campaña electoral, el candidato del gobierno insistirá en la impúdica repetición de promesas incumplidas y en la demagógica oferta de solución a los problemas que ellos mismos crearon, por ejemplo: los apagones o el racionamiento eléctrico que es "hecho en revolución", toda vez que antes estaba satisfecha la demanda interna y hasta vendíamos electricidad a Colombia y Brasil. Lo mismo podemos decir de la galopante corrupción o de la pulverización del salario como consecuencia de la destrucción del PDVSA y en general, de la economía nacional.

No existe siquiera un área donde el gobierno pueda exhibir resultados positivos, es decir, no tienen gestión que mostrar y ello explica que los discursos de Nicolás Maduro, Jorge Rodríguez y Diosdado Cabello –entre otros- sean una retórica devaluada, cargada de mentiras descaradas y una reiterada descalificación del adversario, plagada de insultos e improperios, lo cual deja en evidencia la pobreza espiritual e intelectual, así como la frágil contextura moral de quienes hoy ejercen el poder en Venezuela.

Esta putrefacción de la política tiene un impacto nefasto en diversos aspectos de la vida social. En primer lugar, erosiona la confianza en las instituciones y los líderes, pilares fundamentales para el correcto funcionamiento de una democracia. Cuando la mentira y el ataque personal se convierten en la norma, los ciudadanos se alejan de la participación política, apáticos y desilusionados.  Seguramente este precisamente es el objetivo del gobierno: sembrar frustración y desmovilizar al país democrático. 

En segundo lugar, esa actitud pendenciera obstaculiza el diálogo constructivo y la búsqueda de soluciones consensuadas. La descalificación constante y la demonización del oponente impiden el intercambio de ideas y la búsqueda de puntos en común. En un ambiente tan hostil, las diferencias se agudizan y la polarización se intensifica, imposibilitando el avance hacia un bien común.

Tercero, la degradación de la política tiene un impacto directo en la calidad de vida de la población. Cuando la energía se concentra en la confrontación y la búsqueda de réditos políticos, los problemas reales de la sociedad quedan relegados a un segundo plano. La atención se desvía de la educación, la salud, la seguridad y otros aspectos esenciales para el bienestar ciudadano, perpetuando ciclos de pobreza, desigualdad y marginalización. La tendencia del gobierno a la confrontación, es también la explicación de su estruendoso fracaso.

Así las cosas, la candidatura de Edmundo González Urrutia es un bálsamo para esta Venezuela fragmentada y también una oportunidad de oro para revertir este panorama desolador e impulsar un cambio radical en la cultura política impuesta durante estos últimos años.

Tenemos al frente un desafío que requiere un compromiso genuino con la verdad, el respeto mutuo y la búsqueda del diálogo constructivo. Los líderes políticos, en particular, tienen la responsabilidad de actuar como modelos de ética e integridad, predicando con el ejemplo y promoviendo valores como la honestidad, la transparencia y la rendición de cuentas.

La sociedad civil también juega un papel fundamental en este proceso. La ciudadanía debe exigir a sus representantes un comportamiento ético y responsable, castigando en las urnas a aquellos que incurran en esas prácticas nefastas, antidemocráticas e inmorales. 

El discurso agresivo e insultante del gobierno nos permite marcar la diferencia.  En efecto, el tono conciliador y respetuoso de Edmundo González es expresión del cambio que aspiramos, el cual supone espacios de debate público, bajo una cultura de diálogo y tolerancia que permita encontrar soluciones consensuadas a los problemas que azotan al país. ¡Dios bendiga a Venezuela!

Twitter/ X: @RichCasanova


viernes, 17 de mayo de 2024

Edmundo González y la transición democrática

Mientras el gobierno negocia tras bastidores con el mismísimo imperio yanqui, como lo ha reconocido el propio Presidente, algunos oficialistas niegan con estridencia –casi con histeria- la posibilidad de una transición a la democracia en Venezuela, uno no sabe si lo hacen para sembrar desaliento en la población o para sabotearle una salida negociada y honorable a Nicolás Maduro. Además, negar la posibilidad de una transición es un reconocimiento tácito de la naturaleza autocrática del régimen, un contrasentido para un gobierno que procura mantener las formas democráticas en el ámbito internacional y es un esfuerzo inútil pues la maniobra no ha socavado el sentimiento de cambio instalado en el país como una “tendencia irreversible”.   Por ello –pese a los deseos de quienes se aferran a sus privilegios y al poder- hay una posibilidad cierta de que se inicie en Venezuela una transición democrática, lo que está planteado hoy va mucho más allá de cambiar un presidente por otro.  Al menos, esa es la aspiración de la inmensa mayoría del país. 

Las experiencias democratizadoras que conocemos advierten que se trata de un proceso de altísima complejidad pues involucran una diversidad de actores, intereses y objetivos, muchas veces diametralmente opuestos que deben conciliarse con equilibrio, venciendo las tensiones que surgen frente a la necesidad de romper con el pasado autoritario y al propio tiempo, garantizar la viabilidad política del cambio, es decir, la estabilidad de la naciente democracia.  Estas tensiones derivan en intensos debates y presión social, donde los extremos de lado y lado pueden exacerbar sus posiciones al abordar dilemas como amnistía versus justicia o asumir las polémicas e indispensables transformaciones institucionales y legales.  Ya habrá tiempo profundizar sobre el asunto –algo que haremos en futuras entregas- por lo pronto, nos interesa destacar la fortuna de tener a un hombre como Edmundo González como capitán del barco.

En efecto, surge en el horizonte político de Venezuela una figura que habla con prudencia y alimenta la esperanza de un pueblo que anhela el cambio. La candidatura presidencial de Edmundo González Urrutia es mucho más que una promesa, es un compromiso, surge de un amplio consenso y por las circunstancias que la rodean, es también un reflejo del alma venezolana, resiliente y decidida a forjar un camino hacia la libertad.

Contrario a lo que algunos puedan pensar, Edmundo González tiene experiencia política y por su dilatada trayectoria diplomática, se presenta como un buen timonel para navegar las turbulentas aguas de la transición democrática. Su paciencia no es pasividad, sino una actitud cultivada y muy útil para unir a un país fragmentado. Sus habilidades de negociación son puentes que pueden conectar voluntades dispares, su talante reflexivo y su dominio prudente del lenguaje es un bálsamo que suaviza las asperezas de esta larga confrontación que hemos vivido y que tiene hastiado al país.  Pero más allá de sus competencias técnicas y experiencia, hay que destacar sus cualidades humanas: quienes más lo conocen confirman lo que los venezolanos percibimos a simple vista: un hombre honorable, muy serio, de nobles sentimientos y con honda sensibilidad social.  La pasión con que abraza la causa libertaria es afín a la emoción que palpita en cada ciudadano. Así, en Edmundo González hoy vemos reflejada la mejor versión de nosotros mismos.

Ahora, para llegar a la ansiada transición democrática, la primera estación son los comicios del 28 de julio.  Como ciudadanos, tenemos un papel crucial en esta lucha. No somos meros espectadores, sino actores de un drama histórico donde cada voto es un verso que cada venezolano escribe en este poema a libertad, digno de Andrés Eloy Blanco. Reafirmar nuestro compromiso con la democracia es validar nuestra fe en nosotros mismos, en nuestro pueblo y en el futuro luminoso que merecemos. La Venezuela que soñamos más que un ideal; es una posibilidad tangible que se nutre de nuestras acciones diarias. Las generaciones futuras nos miran, esperando que seamos los arquitectos de esa nación donde la democracia no sea la retórica vacía del populismo, sino una realidad vívida.

Las elecciones serán una dura jornada, no hay espacio para el triunfalismo.  Sabemos a qué nos enfrentamos, vienen tiempos difíciles y tampoco es momento para la ingenuidad, pero si para el optimismo.  Vamos a ganar y en esta hora crucial, el valor del pueblo venezolano debe brillar con la fuerza de su historia. No en vano somos la patria de Bolívar, cuyo legado de lucha por la libertad nos inspira a seguir sus pasos. Edmundo para todo el mundo…Y que Dios bendiga a Venezuela!

Twitter/X: @richcasanova


viernes, 26 de abril de 2024

Cuando un opositor habla mal de otro…

Algunos opinadores y habladores de pendejadas pretenden ocultar que la decisión de respaldar a Edmundo González Urrutia como candidato unitario es una inmensa victoria colectiva, de todo el liderazgo opositor y una respuesta que el gobierno no se esperaba pues su cálculo era que la controversia opositora -a veces absurda y muy agresiva- se extendiera hasta 10 días antes de las elecciones.  Hay quienes pretenden presentar esta afortunada decisión como la derrota de un sector con una "agenda de apaciguamiento" que se limitaba a jugar con las reglas del poder y más bien, la candidatura unitaria de Edmundo González Urrutia sería gracias a un liderazgo -supuestamente con principios y moral- capaz de crear escenarios políticos nuevos y propios, según ellos. 

A partir de la presunción de que una parte de la oposición tiene principios y moral, se puede inferir que la otra parte carece de tales virtudes y la verdad no es así.  También es falso que la “rebeldía” de un liderazgo “puro” creó un nuevo escenario. Impunemente, fueron acusados de politiqueros y mucho más, quienes afirmaron que pensar en escenarios nuevos o ideales era una ficción. En efecto así era, la realidad impuesta por la arbitrariedad del régimen dictaba que la oposición solo podría sustituir por algunos de los candidatos inscritos, es decir por Enrique Márquez, Manuel Rosales o Edmundo González Urrutia, quien no estaba inicialmente planteado como candidato.   La decisión en torno a su nombre, no es entonces el ejercicio de rebeldía de un liderazgo moralista y superior, sino un claro y responsable ejercicio pragmático de la política: un consenso en torno a quien más apoyo podía aglutinar, punto.  ¡Tan simple como eso!   Por cierto, una conclusión a la que podía llegarse -tal como advertimos- sin las descalificaciones y agresiones que mediaron en el camino.  

Lo más grave es que esa forma de plantear los hechos: el bien Vs el mal, pretende ocultar o minimizar una extraordinaria victoria de la unidad democrática.  Es un flaco servicio a la causa, mostrar a este episodio como la imposición de un sector de la oposición noble y bien intencionado, sobre otro politiquero y malvado.  Insistir en ello, no sólo es una estupidez que -en el mejor de los casos- demuestra ignorancia e inmadurez política, sino que expresa exactamente lo contrario al espíritu unitario que necesitamos reivindicar.  Colocar el asunto como el triunfo del bien sobre el mal, introduce una carga ética caprichosa y casi infantil que solo profundiza las diferencias, enturbia el panorama, afecta la campaña electoral e incluso, dificulta la transición democrática, más allá de las elecciones del 28J. 

No podemos justificar estas posturas pero si explicarlas: hay que asumir que el fanatismo que inspira al chavismo ha permeado en la sociedad venezolana.  ¿Acaso no es así como desde el oficialismo han planteado permanentemente la política? Siempre es imperialistas Vs revolucionarios, patriotas Vs traidores, oligarcas contra los pobres, etc.  Siempre los buenos contra los malos, una vulgar manipulación que algunos pretenden imitar en el mundo opositor.  Esto hay que combatirlo sembrando consciencia en la necesidad de recuperar el respeto y la tolerancia como esencia de la democracia.  También hay que entender la angustia de un país expectante frente a la posibilidad de salir de esta pesadilla.  Debemos asumir que, para el ciudadano común, no es fácil comprender una dinámica política tan compleja, donde el equilibrio entre el idealismo y el pragmatismo es la clave de una estrategia exitosa.  Y esta limitación se supera con un permanente ejercicio de pedagogía política que reivindique el valor de la unidad y recupere la confianza en el liderazgo político y en la política misma.  

A ninguno de estos propósitos reivindicativos contribuyen los opinadores, fanáticos o radicales que colocan siempre la política opositora como una eterna confrontación entre buenos y malos, donde -por supuesto- siguiendo la lógica chavista, ellos son los ángeles inmaculados y todos los que opinan distintos son enviados del demonio.  Jamás entenderán que la candidatura de Edmundo González es una nítida expresión de la real-polítik que tanto le revuelve el estómago, es la comprensión de una realidad y el cabal desempeño de un liderazgo frente a ella.  

Para colmo de males, tenemos la proliferación de “analistas políticos y expertos” que -desde las tribunas- pretenden dirigir el partido, a pesar de que nunca o hace muchos años que no juegan siquiera una caimanera.  Apenas recuerdan que la pelota es redonda, pero creen saberlo todo y los mueve el odio, quizás no tienen felicidad como “El Sabio” de Héctor Lavoe, un tema extraordinario que seguro no les gustará. En fin, esto ya forma parte de nuestro folklore político, aunque muchas veces no es mera estupidez, sino que hay intenciones ocultas e intereses facciosos que explican esa actitud, cuya peor expresión es la catarata de agresiones e insultos de estos opositores hacia partidos y líderes que también trabajan por el cambio. 

Así que cuando vea a un opositor hablando mal de otro, amigo lector, sospeche del parlanchín: puede ser un infiltrado del régimen, de esos que llaman "alacranes" o puede ser cualquiera de las modalidades de inmadurez política e ignorancia que hemos descrito.  Por fortuna, aunque son muy ruidosos esos grupos radicalizados y moralistas con ínfulas de superioridad, son una reducida minoría y gracias a Dios, no tienen poder.  Es por eso que la Unidad va a imponerse y el 28 de julio, todos, juntos construiremos una gran victoria.  ¡Edmundo para todo el mundo!  Dios bendiga a Venezuela...

Twitter/X: @richcasanova

lunes, 15 de abril de 2024

Un punto medio entre la utopía y la realidad

Todos sabemos que el gobierno -violando el Acuerdo de Barbados y la CRBV- mantuvo la ilegal inhabilitación de María Corina Machado e impidió la inscripción de Corina Yoris, una insólita arbitrariedad.  También sabemos que faltando pocos minutos para vencer el lapso de postulaciones se inscribieron las candidaturas de Enrique Márquez y del Gobernador del Zulia, Manuel Rosales.  Luego en una prórroga negociada con el régimen, afortunadamente se logró inscribir una tercera candidatura y preservar "la tarjeta de la manito" (MUD).  A partir de ahí, en las redes sociales se ha evidenciado una absurda controversia en el mundo opositor que solo beneficia al gobierno. 

Unos argumentan que se aceptó sumisamente la decisión del CNE de vetar las candidaturas de MC Machado y de Corina Yoris. Eso no es cierto, se peleó hasta el último minuto del último día del lapso de postulaciones.  Y más aún, se sigue peleando, según han dicho reiteradamente la propia María Corina y la Plataforma Unitaria, solo que se hace con tres candidaturas inscritas, lo cual es una ventaja porque nos da certidumbre en caso del peor escenario. Es decir, si no se logra inscribir la candidatura que todos deseamos, tendremos la oportunidad de ofrecer una alternativa a los venezolanos.

Ahora bien, pongámoslo al revés ¿Cuál es la ventaja de dar la pelea, denunciar las arbitrariedades y defender nuestros derechos, sin haber inscrito esas candidaturas y tener garantizadas las tarjetas de oposición?  Supongamos que alguien tuviera una respuesta a esa pregunta ¿Cuál sería el plan entonces? Algunos responden que -aprovechando el 82% de respaldo que tiene la opción del cambio- había que "reclamar en clara y alta voz el atropello, dirigirse al país y al mundo, actuar de manera firme y decidida en defensa de la voluntad de la gente". ¿Acaso eso no se ha hecho? Por supuesto que sí. Tanto María Corina Machado como la Plataforma Unitaria han actuado en esa línea e incluso se logró que aliados de Maduro como Gustavo Petro y Lula Da Silva se pronunciarán a favor de la oposición democrática, pero hasta ahora esto no ha sido suficiente para abrir la posibilidad de inscribir las candidaturas que el gobierno mantiene bloqueadas. Entonces ¿Qué es lo que plantean? ¿Una Salida III, acaso? Eso nos sacaría de la "ruta electoral", el único consenso que claramente se sostiene con fuerza.  

Lo cierto es que -hasta ahora- ninguno de los críticos de este trayecto que forzosamente transita la oposición tienen un planteamiento claro sobre el asunto.  Tan solo se limitan a lugares comunes cargados de buenos deseos pero desconectados de la realidad actual, signada por el autoritarismo.  Algunos dicen que estamos en una dictadura pero hacen exigencias como si viviéramos en democracia. Muchos planteamientos son basados en el "deber ser" y por tanto algo fantasiosos, visto el contexto. No son nuestros deseos o el "deber ser" lo que debe sustanciar nuestra acción política, el éxito está en un balance entre lo ideal y lo posible, encontrar el punto medio entre la utopía y la realidad.  Jamás podemos abandonar la lucha por lo que deseamos y por lo justo, pero siempre conscientes de nuestra realidad, calculando la viabilidad política de nuestras acciones y considerando todas las alternativas posibles, previendo todos los escenarios. Trabajar por lo que deseamos colocando las expectativas en “lo posible” nos evitará caer en frustraciones, destino seguro para quienes se aferran a "lo ideal".

Por otra parte, un gobierno con más del 80% de rechazo, sabe que con cualquier candidato perderá las elecciones si hay unidad y el país sale a votar.  Si eso es así, nuestro foco debe estar en preservar esa unidad y mantenernos a toda costa en la ruta electoral.  En consecuencia, estará desenfocado y haciendo el juego al gobierno -quizás sin percatarse- cualquier opositor que insista en planteamientos que nos dividan o estimulen la abstención. ¿Es difícil de entender?

A propósito, algunos opositores que no han logrado entenderlo se han dedicado a lanzar un ataque feroz contra la propia oposición, a disparar hacia la misma acera. Esta dislocada conducta no es nueva, pero en los últimos días la hemos visto desbordada contra Manuel Rosales, como si éste fuera el enemigo a vencer.  No pretendo promover su candidatura, ni salgo en su defensa, pero en Miraflores deben estar frotándose las manos con este espectáculo. Nada más desenfocado en esta coyuntura y es insólito, pero he observado está actitud en gente que considero inteligente y respeto. Con inquietud me pregunto ¿cómo es posible que no entiendan algo tan elemental? En fin, asumo que es consecuencia de la angustia, la incertidumbre y de alguna manera, consecuencia del virus de la intolerancia que desde el poder han logrado inocular en la sociedad venezolana.  

Lógicamente, el gobierno juega impecablemente su estrategia para dividirnos.  A la par de impedir la inscripción de María Corina y de la Prof. Yoris, admite la inscripción de Rosales para estimular esta controversia, alimentarla y propiciar la división entre las fuerzas democráticas. Muchos de los mensajes descalificando al Gobernador del Zulia, provienen de los laboratorios de guerra sucia del régimen. ¿Cuál debería ser la respuesta nuestra? No darle riendas a esa absurda confrontación interna, enfocarnos en el objetivo real que es derrotar -con el candidato que sea- al gobierno, estimular la participación electoral, prepararnos para ganar los comicios y para defender esa victoria.  En dos palabras, la clave es Unidad y Voto, lo demás es apuntar fuera del perol. 

Finalmente ¿Qué espera el país? Está muy claro que hay una arrolladora voluntad de cambio en Venezuela y las elecciones son la oportunidad de cambio anhelada, la gente quiere votar.  Entonces un liderazgo responsable tiene que garantizarle una opción electoral, así que la exigencia a María Corina Machado, como principal líder de la oposición; al liderazgo político expresado en Plataforma Unitaria y a Manuel Rosales es que construyan por consenso una candidatura unitaria antes del 20 de marzo. Está exigencia es ya un clamor popular, el país sabe que tenemos una oportunidad única para salir de esta pesadilla roja y la dirigencia tiene que ponerse a la altura de las circunstancias, demostrar sensatez, madurez política, inteligencia y sobre todo, que es capaz de colocar a un lado sus diferencias, intereses y sus legítimas aspiraciones personales.  No hacerlo sería más que una irresponsabilidad, una estupidez, cuyo costo político sería muy alto para ese liderazgo y muchísimo más para el país. ¿Quiénes serán los responsables si por la incapacidad para ponerse de acuerdo, Maduro continúa -y quizás se perpetúa- en el poder? Después de semejante sandez ¿Quién en la comunidad internacional apoyaría a esa oposición?  Así que hasta por su propia sobrevivencia política, el liderazgo nacional –todo, sin excepción- está en la obligación de ofrecer una alternativa unitaria y satisfacer las expectativas de un país que ha demostrado su compromiso con el cambio. En efecto, nada ni nadie ha logrado doblegar nuestro espíritu de lucha.  ¡Dios bendiga a Venezuela!

lunes, 4 de diciembre de 2023

A Yulimar Rojas, Ronald Acuña Jr. y muchos más.

Hace unos días apareció Diosdado Cabello con una camisa supuestamente entregada por Ronald Acuña Jr. Nadie vio el acto de entrega solo la camisa firmada por nuestro MPV, pero eso fue suficiente para descomponer el ánimo a mucha gente que padece a este gobierno hambreador y corrupto.  Luego vimos a Yulimar Rojas con Nicolás Maduro y se le revolvió el estómago a casi todo el país.  Estos episodios, además de ser una pieza de la maquinaria propagandística del gobierno, responde a una colosal manipulación inspirada en la "ganancia por asociación", una operación táctica inserta en ese diseño estratégico que he llamado la “Política de igualación por abajo", a la cual nos referiremos al final.  

Por supuesto, en este gobierno indolente -que tiene más de 80% de rechazo- es lógico que sus prominentes y más desprestigiadas figuras intenten lavarse el rostro, utilizando la imagen de las estrellas del deporte que gozan de la admiración de todos los venezolanos. A eso nos referimos con "ganancia por asociación", algo que todo el mundo practica eventualmente: cualquiera quisiera que su nombre se asocie a referentes positivos.  Es algo natural pero cuando se tiene una reputación oscura, máculas en el rostro y se está en el ejercicio del poder, estás acciones se convierten en una vil manipulación.    Así las cosas, los atletas que aparecen al lado de estos sombríos personajes, terminan siendo víctimas de estas maniobras y también de la sentencia injusta de una sociedad hastiada de los abusos y desmanes del autoritarismo imperante.  

Esto no sucedería si la democracia fuera la norma y la tolerancia -el respeto a las diferencias- fuese una práctica habitual de las élites del poder.  Ciertamente, en cualquier país del mundo, los deportistas que son merecedores de reconocimiento, son invitados y homenajeados por el gobierno de turno, sin que ello tenga connotación política o ideológica. ¡No pasa nada! En el pasado, gobiernos del bipartidismo condecoraron a intelectuales de izquierda o deportistas que no simpatizaban con ellos, sin que se generará un trauma en la sociedad. Pero como este gobierno fracasado ha pasado dos décadas estimulando una polarización extrema y dividiendo a la sociedad venezolana, es comprensible que el repudio que siente el país por ellos se traslade automáticamente a cualquiera que aparezca a su lado.  En este punto es donde nosotros debemos cambiar nuestra perspectiva. Obvio que el régimen intenta sacar provecho de logros en lo que no tiene arte ni parte. Pero ¿qué esperamos de estos atletas cuando reciben un homenaje por parte del gobierno? ¿Aspiramos que le digan NO y entren en la arena política o alimenten la confrontación? ¿Por qué un atleta -que no es político y se debe a todos- va a asumir un rol que no le corresponde?   Lo que no deberíamos hacer es no dar a estos episodios la atención que el gobierno espera que le demos y entender además que las "muestras de simpatía" de los homenajeados son parte del histrionismo que caracteriza a esos actos, son casi parte del protocolo.  Algunos se pasan como Rubén Limardo que se convirtió en activista del PSUV, pero hasta en este caso hay que concluir que es su derecho.  

A todo evento, tenemos que sentirnos orgullosos de tener en Venezuela a deportistas como Yulimar Rojas, Ronald Acuña Jr. y muchos otros que engalanan nuestro tricolor.  Todos ellos llegaron a la cima a pesar del gobierno, haciendo un colosal esfuerzo personal que debería ser motivo de reconocimiento y admiración, indistintamente de su posición política y pasando por encima de las manipulaciones del régimen. En lo personal -y creo que a muchos- nos conmueve la humildad y la emoción que transmiten al llegar a la cúspide, sabiendo que casi todos "vienen de abajo" y han alcanzado el éxito por su pasión, disciplina y perseverancia.  Muy poco o nada le deben a los gobiernos, mucho menos a éste que solo sirve como ejemplo de corrupción y destrucción. 

Honestamente no me preocupa que Maduro o Cabello tengan la ilusión de apropiarse de triunfos que no le pertenecen. ¡Eso no pasará! El país los conoce y justo por eso los repudia.  Sin embargo, hay algo que debemos advertir: el gobierno ha sido coherente en la aplicación de lo que he llamado la "Política de la igualación por abajo", cuyo propósito es generar la matriz de opinión de que todos somos como ellos, todos somos corruptos, “todos los políticos son iguales", nadie sirve, etc.... Y así no solo se frustran las expectativas de cambio, sino que la corrupción de las cúpulas se diluye, se minimiza y termina siendo banal.  Si esa política se extiende a otras esferas, conviene que frente al fracaso de la revolución, los éxitos de otros también sean banalizados o reducidos.  Cualquier régimen autoritario, considerará que dedicación, disciplina y constancia son virtudes que no deben destacar pues atentan contra un objetivo fundamental: la sumisión total de la sociedad. Es fin, al colocar a su lado a estos atletas, provocan que la gente los rechace y que sus méritos se minimicen para así igualarlos a todos con una cúpula que carece de ellos.

Quien aspira a mantener control social, no puede permitir el surgimiento de liderazgos emergentes en ningún ámbito de la sociedad.  Por eso, deben evitar que un atleta exitoso, se convierta en un referente. Infructuosamente intentarán apropiarse de sus victorias y lesionar su imagen, objetivo que solo es posible si el país cae en la provocación y responde como ellos esperan. Es decir, cuando nosotros -los demócratas- descalificamos o emitimos juicios inapropiados contra estas estrellas del deporte -sin querer- le servimos de megáfono al régimen en esta labor de molienda. 

Por todo lo expuesto, hoy más que nunca, reitero mi inmensa admiración y respeto por Yulimar Rojas, Ronald Acuña Jr. y por muchísimos otros que han puesto todo para superar los obstáculos, vencer las adversidades, alcanzar grandes metas y llegar a la cumbre de su carrera deportiva, algo que nos emociona profundamente y nos llenan de orgullo como venezolanos. Estas líneas son también mi humilde homenaje a ellos… ¡Pa'lante, muchachos! ¡Dios bendiga a Venezuela!

Twitter/X: @richcasanova